El paso del tiempo se medía en las cosas que nos acusaban desde su mentirosa insignificancia. El aire acondicionado pasó de frío a calor, comenzamos a dormir con
ropa e inauguramos la vista de películas bajo la manta y enroscadas las
piernas como si realmente eso nos salvara del frío y la soledad. El cepillo de dientes empezó a pedir a gritos cambio, mis
cosas en tu baño despertaban dudas y sospechas; las tuyas en el mío, también.
La base tropical que soñamos juntas comenzó a compartir protagonismo con la otra casi al final del recorrido de esa línea roja y ahí los
nuevos colores, el patio damero, otros rituales y tiempos. La comida cambió,
cambiaron los sabores y las temperaturas, cambiaron las canciones y las luces.
Cambió todo. Vos y yo también comenzamos a cambiar. De a poco, casi sin darnos
cuenta. Nunca tuve el coraje para llevarme todo lo que ya no me pertenecía.
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